DUELO INFANTIL
Cuando nos toca la dolorosa tarea de asumir y comunicar el fallecimiento de un ser querido y expresar nuestros sentimientos a los hijos pequeños tenemos que ser honrados con nuestras propias creencias.
Qué hacer y que no hacer con los niños en etapa de duelo:
– Haber hablado previamente del hecho de morir, según nuestras creencias.
– Comunicar con prontitud el fallecimiento y cómo ocurrió.
– No caer en contradicciones para hacer más llevadero el duelo.
– Preguntar al niño si desea acudir a los rituales fúnebres propios de la comunidad.
– No apartar a los niños de la familia, de ser posible.
– Apoyarse en los adultos cercanos y conocidos de la familia.
– Continuar el ritmo de vida familiar en cuando sea posible.
Pensamientos infantiles…
«Yo no sé qué es un entierro, ni entiendo lo que hacen los mayores. Debes explicarme qué ocurre allá y preguntarme si deseo o no estar presente en los rituales fúnebres, pero, por favor, no me impidas llorar con el resto de la familia ni me apartes con gente extraña que no conozco. Con toda la tristeza de la pérdida, déjame que sienta tu calor a mi lado y, si te es imposible estar conmigo, sería bueno tener un sustituto de confianza que pueda acompañarme con la seguridad de que esta relación pueda continuar más tarde.
Por favor, cuéntame cómo te sientes y lo que sufres,… lloraremos juntos y todo será más fácil para los dos. No es bueno que me lleves a dormir a tu cama, que cambiemos nuestro ritmo de vida diario, nuestros proyectos más cercanos. A todos nos servirá de apoyo el horario de trabajo y la escuela, las obligaciones y los compromisos adquiridos para volver a construir nuestra vida con el vacío que nos ha dejado. Tampoco me compares con nadie o me exijas cosas que no puedo hacer o responsabilidades que no debo asumir.
Catalina, mi amiga de las trenzas ¿te acuerdas? La que se llenó de pelo de torta en el último cumpleaños se quejaba durante el primer trimestre porque su padre le exigía más consuelo y compañía desde que murió su madre.
Los pequeños podemos reaccionar con ansiedad temiendo sufrir otra pérdida; a veces con cólera (¿por qué nos ha tocado a nosotros?); otras con un sentimiento de culpa (¿qué he hecho para que esta persona haya muerto… o por qué no he muerto yo en su lugar?); regresión a una edad más temprana; insomnio; imitación de la persona que ha muerto; aislamiento de los iguales; disminución del rendimiento escolar;… Recuerda que en caso de persistir estas manifestaciones durante un tiempo largo debemos acudir a un terapeuta para que nos ayude a restablecer nuestra vida cotidiana.
Sabemos que los padres se preocupan más de la propia muerte y la de sus hijos cuando pierden a su pareja, pero es preferible que no me protejas en exceso, ni me lleves de médico en médico por un simple catarro. Y… ya que hemos hablado en confianza, no me importa que me cuide la niñera cuando estás trabajando, siempre que tengamos nuestros ratos juntos, como lo hacíamos antes, porque TE QUIERO.»
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